sábado, 31 de agosto de 2013

‘Los inocentes’ - Oswaldo Reynoso (Arequipa, 1931)

Camino a la adultez bajo el furor de la ciudad

Juan Carlos Suárez Revollar
Hace más de cincuenta años un desconocido Oswaldo Reynoso publicó Los inocentes. Su lenguaje vigoroso que reproduce el argot del hampa y su abordaje de una temática descarnada a calzón quitado le trajeron muchos problemas y censuras, pero eso no ha evitado que se convierta en uno de los hitos de la narrativa peruana. 

Cubierta de la primera edición, de 1961.
Hay dos mundos en los cinco cuentos de Los inocentes (libro cumbre de Oswaldo Reynoso, publicado en 1961): el apenas sugerido y lejano de la gente bien, y el otro, en el que se mueven sus personajes, jóvenes pobres y sin futuro que pasan los días robando, pegándose, jugando, enamorando. El libro recoge su hablar, sus sesgos idiomáticos; así, cada lisura, cada jerga, hace más tangible el ambiente bohemio de una Lima caótica, creciente, poblada por gente que vive al margen.
Los cinco protagonistas son miembros de una misma collera y habitantes de un mismo barrio. Resalta en ellos una sexualidad rabiosa de adolescentes ávidos de cohabitar con una mujer y pasar así a la fila de los adultos, pero también para autoafirmarse, como ocurre con Cara de Ángel, cuyas facciones demasiado delicadas afectan su masculinidad. El sexo, junto a la presencia femenina, es el desencadenante de los conflictos. La función de las mujeres en el libro es demostrar que todavía son niños inexpertos. Constituyen una debilidad, no importa lo rudos o arrojados que demuestren ser, nada pueden ante ellas. Los Inocentes se encuentran en una fase de aprendizaje, de maduración, pero en tanto eso ocurre, van a sufrir los desengaños que la interacción con el otro sexo les depara.
Los códigos de honor y las bravuconadas son más bien aparentes, pues hay en estos muchachos un tufillo de sufriente soledad y desamparo. Es la razón de su apremiante necesidad de ser adultos para liberarse, sin importar si acaban como vividores o ladrones. Por eso se aferran a gente adulta, sea como modelos o benefactores: Carambola a Choro Plantado, Colorete a sus amantes maduros y ricos, o el Príncipe a Manos Voladoras, el mariconcito de barrio que, pese a saber que no será aceptado como amante, se conforma con dar esa ternura maternal negada en las familias.
El autor inserta un nuevo nivel narrativo en forma de acotaciones entre paréntesis. Colocadas a manera de digresiones, contienen pequeños recuerdos o respuestas hipotéticas que contextualizan y amplían la información sobre aquello de que se está hablando. Explora así los pensamientos que sus personajes se niegan a revelar al otro, de forma que en su diálogo es únicamente el lector quien conoce todo cuanto ocurre.
En el último cuento el narrador hace su entrada como agente más activo y mantiene un tú a tú con el protagonista. El Rosquita es el más puro de los cinco personajes, aquel que todavía no se ha perdido. En sus patéticos intentos por ser adulto, malo y frío, se nota con mayor nitidez que es todavía un muchacho. Pero se deja entrever que no tiene salvación, pues —como los demás— será engullido por las tentaciones del dinero y el submundo de la ciudad.
Los cinco relatos se complementan, no solo en los ambientes y personajes comunes, sino en que cuanto se revela en uno también sirve de soporte para la narración de los otros. Cada cuento es protagonizado por un integrante de la collera, aunque queda la impresión de que el sexto miembro más tangible, Natkinkón, no alcanzó a tener los honores de su propia historia.
Los inocentes se ha convertido en pieza fundamental de la narrativa peruana, solo equiparable dentro de la obra de Oswaldo Reynoso con la novela En octubre no hay milagros. Polémico o no, su belleza tosca, sórdida, seguirá perturbando (y marcando el camino) a los nuevos escritores.

Oswaldo Reynoso (Arequipa, 1931). Foto: Nadia Cruz.
Oswaldo Reynoso
Nacido en Arequipa en 1931, es autor del poemario Luzbel (1955), del volumen de cuentos Los inocentes (1961; y publicado también bajo el título de Lima en Rock), y de las novelas En octubre no hay milagros (1966), El escarabajo y el hombre (1970), En busca de Aladino (1993), Los eunucos inmortales (1995), El goce de la piel (2005), Las tres estaciones (2006) y En busca de la sonrisa encontrada (2012).

Publicado el sábado 31 de setiembre de 2013 en Suplemento Cultural Solo 4 del diario Correo de Huancayo.


sábado, 10 de agosto de 2013

‘Las aventuras de Tom Sawyer’ / Mark Twain (Estados Unidos, 1835-1910)

Pilluelos sureños que sueñan literatura

Juan Carlos Suárez Revollar
Las aventuras de Tom Sawyer es una novela humorística que convirtió a Samuel Langhore Clemens —seudónimo de Mark Twain— en uno de los grandes autores de la narrativa estadounidense.

 Aunque no es la obra maestra de Mark Twain —lo es más bien su continuación: Las aventuras de Huckleberry Finn—, el protagonista de Las aventuras de Tom Sawyer, un niño soñador y granuja que da diarios dolores de cabeza a los habitantes del pueblo de St. Petersburg, Mississippi, es uno de los grandes personajes de la literatura. Con espíritu aventurero y mataperro, intenta emular lances propios de la ficción: hacer de pirata, bandido o buscador de tesoros. A su modo, se trata de un Quijote palomilla y taimado de pantalón corto, pero que a diferencia de este, no suele acabar herido por alancear molinos de viento.
Entre lágrimas porque creía que estaba muerto, su tía Polly diría una gran verdad sobre él: «no era lo que se llama malo, sino enredador y travieso». Tom alberga, entre tantas diabluras, sentimientos nobles y generosos, y lo demuestra al inculparse para salvar a Becky Thatcher (y no necesariamente para recuperar su amor), o cuando, a pesar del peligro que representa su antagonista en la novela, Joe el Indio, se le enfrenta al acusarlo en el juicio por asesinato contra Muff Potter.
Representación de Tom Sawyer en la primera
edición del libro (ilustración de True Williams).
La historia arranca como una novela de costumbres, con hechos sencillos, divertidos y muy realistas (como el engaño a varios niños para hacerles pintar una cerca) pero que pronto rebasan lo cotidiano. Así, más adelante somos testigos (y cómplices) de un asesinato, una fuga, así como de algunos robos e intentos de venganza.
Un móvil de las aventuras de Tom y sus amigos Huckleberry Finn y Joe Harper (los otros dos protagonistas) es la transgresión, como lo grafica una frase de este último: «no me gusta cuando no tengo a nadie que me diga que no lo haga». Como buenos transgresores, tienen la necesidad de hacer cosas prohibidas para niños de su edad, como beber o fumar (para presumir de su osadía ante sus camaradas, en vez de por el deseo simplón de ingresar al mundo de los adultos). En la pretensión de Tom y Huck de incursionar en el bandidaje no hay propiamente una intencionalidad maliciosa, sino la legítima aspiración —como ocurre en el Quijote— de imitar a los héroes novelescos, aunque, niños al fin, no comprendan el verdadero significado de cuanto hacen o dicen (un buen ejemplo es su intención de organizar orgías como los bandidos, pero sin saber qué significa esa dichosa palabra).
Tom Sawyer y Huckleberry Finn hallan el tesoro
(ilustración de True Williams).
En el plano narrativo, el autor rompe la estructura lineal desde la aventura de la cueva e inserta en forma de secuencia temporal paralela el episodio del monte de Cardiff, donde Huck echa por tierra la venganza de Joe el Indio contra la viuda Douglas. Como en las aventuras librescas de las que Tom tanto gusta, la novela se resuelve con una gran coincidencia: el sorprendente hallazgo de un tesoro y la consiguiente muerte de Joe el Indio.
Entre muchas cosas, la novela es «una noble, una generosa, una magnánima mentira; una mentira que podía tenérselas tiesas y pasar a la historia», frase que usara el juez Thatcher para una de las travesuras de Tom, y que también podría definir a las grandes ficciones de la literatura.

Mark Twain en 1909.
Mark Twain
Es el seudónimo de Samuel Langhorne Clemens (1835-1910). Se trata de uno de los más importantes escritores estadounidenses del siglo XIX. Destacó por sus novelas humorísticas Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn, además de otras secuelas que tienen a Tom Sawyer como protagonista. También por El príncipe y el mendigo o Un yanqui en la corte del rey Arturo y el volumen de cuentos La célebre rana saltarina del condado de Calaveras.

Publicado en Suplemento cultural Solo 4 del diario Correo de Huancayo, el sábado 10 de agosto de 2013.